UN ENCUENTRO GLORIOSO


Esperando el que podría ser el último lanzamiento y quizá el último strike del partido, me detengo a pensar en las veces que con un buen batazo sacaba la pelota del campo, evento que me llevaba a dar un paseo triunfante por las bases que terminaba en Home donde anotaba la carrera ganadora, en medio de aplausos y arriba de los hombros de mis compañeros que celebraban mi gran hazaña, a los mismos que ahora observo indiferentes a mi turno agonizante al bat. 

La pelota paso dos veces frente a mi, la primera una recta de mas de noventa que apenas pude ver y la segunda, la segunda, una curva furiosa que atravesó rauda el plato de Home dejándome con el bat arañando el suelo y las piernas amarradas.

Una gota de sudor baja lenta por mi frente que no identifico si es por la calor o por la presión, mis dedos bailan ordenados uno a uno en la caña del bat, mientras mis muñecas menean el bat que luce elegante arriba de mi cabeza, en presencia de un publico escéptico.

El lanzador suelta la pelota, la veo acercarse en forma engañosa diría yo, traicionando nuestro romance, porque hace algunos minutos llego a mi guante cómoda y serena para dejarse guiar al guante de mi segunda base, pintando en el diamante un hermoso doble play que nos puso aquí. Está cada vez mas cerca, la veo girar y sus costuras rojas que casi pueden pintar la totalidad de su cuerpo esférico y perfecto que va surcando el viento con soberbia. Empuño con mas fuerza el bat como si mi vida y mi carrera dependieran de ello, porque parece que así lo era, alejo un poco el bat que abandona su elegante contorneo en el aire para viajar noventa grados al encuentro con su eterna compañera, a la vez mi pie izquierdo se adelanta buscando el impulso y el tiempo oportuno para que mi cadera termine lo que seria el swing y golpe perfecto que le daría respiro a mi equipo, a mi carrera, a mi vida.

Ambos faltaron a la cita en Home cruzando indiferentes, dejando plantada mis ganas de cambiar mi historia, dicen que a veces se gana y a veces se pierde, pero ese día perdí más que solo un juego.

Los momentos de mi gloria terminaron, los viajes, los hoteles, el dinero, pero empezaron los juegos por afición, los de barrio donde volví a ser la estrella, y donde todos los fines de semana el bat abandona su elegante contorneo arriba de mi cabeza para cumplir con su cita con la pelota y mi amor por ellos en Home, en un encuentro verdaderamente glorioso que no necesitaba de momentos, ni de circunstancias y ni siquiera necesitaba de mi.

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